La historia de Daniela, una madre dominicana que desde diciembre de 2024 enfrenta un proceso institucional por la pérdida de su hijo de tres años, continúa sin una respuesta definitiva. Ella intenta comprender con exactitud las circunstancias que rodearon el hecho, mientras recuerda las dos semanas en que el menor estuvo bajo la supervisión de una amiga en un momento de vulnerabilidad personal.
Durante ese periodo, Daniela explica que confió en esa amiga debido a la ausencia de respaldo familiar y a su inminente alumbramiento. Relata que al inicio recibió llamadas tranquilizadoras en las que se le aseguraba que el pequeño descansaba adecuadamente. Sin embargo, con el paso de los días, indica que descubrió señales de un aparente deterioro físico que nunca le fueron comunicadas por la persona encargada del cuidado.

La confianza que había depositado en esa mujer se basaba en que también era madre, situación que hizo pensar a Daniela que el trato sería el adecuado. Aun así, afirma que jamás recibió fotos del supuesto incidente ocurrido en un parque, lo que despertó inquietudes mientras ella continuaba su proceso médico. Esa duda se intensificó tras recibir una videollamada en la que la amiga informó que el niño había presentado vómitos y un desmayo repentino sin mayor explicación.
Daniela recuerda haber solicitado detalles claros, pero asegura que las respuestas fueron confusas y no permitieron conocer el estado real del menor. Indica que, según le informaron, el pequeño fue trasladado en ambulancia sin acompañante adulto, lo que complicó que los paramédicos obtuvieran datos precisos. Ante la falta de información, comenzó a llamar repetidamente para ubicar el hospital correcto.

Al llegar al centro médico, los profesionales le solicitaron datos antes de comunicarle el desenlace del procedimiento. La primera explicación vinculó el suceso a complicaciones respiratorias derivadas de un episodio fuerte de vómitos, algo que generó nuevas interrogantes para la madre. Daniela solicitó entonces una evaluación exhaustiva, tras lo cual le fue entregado un documento con estatus “pendiente” mientras avanzaban los exámenes forenses necesarios para completar el informe.
Más adelante, afirma que recibió información relacionada con la presencia de un traumatismo en el cuerpo del niño, elemento que forma parte de las líneas investigativas que manejan los detectivos responsables del expediente. Este proceso sigue en curso dentro del sistema institucional en la ciudad de Nueva York, sin conclusiones definitivas.
El impacto emocional posterior derivó en una etapa difícil para Daniela, marcada por episodios de insomnio, variaciones de presión y afectaciones físicas producto del estrés prolongado. También atravesó dificultades económicas para organizar los actos fúnebres y requirió apoyo externo para cubrir diversos gastos, recordando que conocía a la cuidadora desde la high school en New Jersey.

Mientras el caso continúa bajo revisión, Daniela conserva una cadenita con una pequeña porción de las cenizas del menor, un objeto que para ella simboliza memoria y cercanía. Insiste en que su prioridad es conocer con exactitud lo ocurrido durante las dos semanas clave en que el pequeño estuvo bajo supervisión, periodo que permanece en análisis dentro del sistema institucional estadounidense.